Por la presión tanto del ejército argentino, como de colonos, funcionarios y empresas, a partir de la conquista y colonización hemos ido perdiendo la mayor parte de nuestro extenso territorio y por ende de nuestros recursos naturales. Como los alambres, tanto de las familias criollas como del Parque Nacional nos van acorralando, no podemos salir a “mariscar” (nuestra histórica actividad de cazar, pescar y recolectar) en cualquier zona de nuestro territorio y cada vez somos más en nuestras familias.
En la actualidad son pocas las posibilidades que tenemos para poder realizar alguna actividad productiva. De a poco fuimos aprendiendo a ser agricultores pero hoy en día se nos impide, por falta de medios tecnológicos, sembrar y cosechar. No contamos con herramientas ni con la posibilidad de comprar semillas, ni productos fitosanitarios. El ICA que es la institución responsable de facilitarnos esos medios, sólo beneficia a quienes pertenecen al partido oficial y el gobierno provincial no se hace cargo de los indígenas, sólo de los criollos.
De esta forma nos vemos obligados arrendar nuestros campos a empresarios poderosos que nos pagan precios usureros (200 $ la hectárea por año). Dichos empresarios cultivan algodón y soja transgénica: la multinacional Nidera es una de las empresas, dañando los nutrientes de nuestras fértiles tierras. Frente a la necesidad de mantener a nuestras familias debemos acceder a dichas transacciones. Como consecuencia, hoy estamos padeciendo las permanentes fumigaciones con glifosato que se realizan en nuestros campos. Uno de los guardaparques, el Sr. Mariano Lazaric, ha presentado una denuncia ante la comisaría de Laguna Blanca, el 1 de diciembre de 2008, por los efectos nocivos que produce dicho agrotóxico en la comunidad. Por nuestra parte, el 8 de enero de 2009 ,hemos elevado a la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable el reclamo realizado por dicho guardaparque.
Otra consecuencia de la contaminación con esos agrotóxicos, es que no podemos seguir tomando las aguas de nuestros esteros y lagunas por estar pulverizadas con esos venenos. En el 2008 hemos padecido como nunca una sequía que aquejó al país. Mientras que los medios nacionales sólo se interesaron por las pérdidas de cultivos de la pampa, nosotros no teníamos agua para tomar. No contamos con red de agua potable y como ni los Municipios ni el gobierno provincial nos proveían de agua teníamos que caminar muchos kilómetros en su búsqueda. Es importante recordar que las temperaturas en Formosa llegan a superar los 45 grados centígrados en verano.
Frente a la dificultad para realizar nuestras actividades de subsistencia tradicionales y de contar con medios de producción, las alternativas que nos han dejado han sido muy pocas.
Una fue la migración forzada. A partir de fines de la década del ochenta algunos jóvenes emprendieron una larga migración hacia las grandes ciudades e incluso hacia el conurbano bonaerense. Actualmente, muchas de nuestras familias viven y trabajan en condiciones de hacinamiento y esclavitud en el partido de La Matanza de Buenos Aires añorando regresar a la colonia pero sin la posibilidad de hacerlo pues deben sustentar a sus familiares.
La otra alternativa es subsistir a base de los planes sociales y de las pensiones nacionales y provinciales por discapacidad, los cuales son administrados por funcionarios y políticos con criterio partidario. Es así cómo funciona el clientelismo político: la necesidad material conduce a la dependencia política.
Aquellos que nos negamos a participar en dichos mecanismos nos enfrentamos al límite de subsistencia familiar. Cabe recordar que según los datos oficiales del 2006 proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Ciencia (INDEC), el 43.7 % de los formoseños vivimos bajo la línea de pobreza.
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